poema a la muerte de lola flores. Mercedes A.Alexandre
Martes dieciséis de mayo
Cinco de la mañana.
¡Ni trapo, ni burladero!
que pueda servir de engaño.
Cuernos de toro maldito,
sin divisa y sin casta
hieren de muerte al mito
en una Maestranza blanca.
Llegó el instante de la marcha,
del viaje definitivo,
sin baúles, sin guitarras,
sin mantones, sin zarcillos.
Las batas de cola se han dormido
sobre un tablao húmedo de rocío
y de pensamientos que lloran...
!Se ha muerto la Lola, la Faraona!
Las estrellas se han hecho farolillos.
Las nubes son siluetas de abanicos.
Los ángeles se han vestido
con chaquetillas de lirios.
Una yegua jerezana
le va saliendo al encuentro,
cruzando ese arco divino
que semeja al del Postigo.
En su frente, como unicornio altivo
clavao lleva un giraldillo
y a Lola sube a su grupa
llevándosela consigo
a un cielo que se ha hecho albero,
a un cielo sembrao de olivos.
Moñas de jazmines abiertos
le van haciendo camino.
Los gitanos de la gloria
al cobre le sacan brillo
y un crujir de almidones
va llenando el infinito.
¡Despierta García Lorca!
¡Despiértate Federico!
que está llegando la Lola,
viene con mantilla blanca
y larga bata de cola,
con volantes de tronío
y aroma de zarzamora.
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